Heredo el pulso de tu corazón…

Manos abuela corazón

 

Querida abuela,

Hay tantas cosas que quiero decirte, aunque entre nosotras las palabras están de más. Soy afortunada porque sé que de mí escuchaste todo lo que yo tenía que decirte, y yo escuché de ti todo lo que tenías que decir (todas tus historias y lo mucho que me quieres, y cómo siempre me decías que era tu consentida pero no se te iba decirme que pensabas que los tatuajes eran de nacos).

“A veces celebro que soy quien soy gracias a tus manos y tu sudor…” Manos que cuidan, como cuidaban cada planta en tu jardín y tus canarios; manos que regaban cada fruta nueva, como esos higos que me encantaban o los tomates nuevos que me enseñaste, y que tenían listas para mi hermana y para mí regaderas pequeñitas para ayudarte en el jardín.

Manos que cocinan, con recetas secretas e inigualables con las que siempre encontrabas la forma de consentirnos con nuestros platillos favoritos que sabían mejor que cualquier otro.

Manos que embellecen, con las que te arreglabas todas las mañanas sin falta para ir a saludar a todo el vecindario o sólo para ir a tirar la basura; siempre arreglada y bien peinada, con esas manos que también nos dieron de jalones cuando nos peinabas hasta que sentíamos que nuestros ojos estaban jalados.

Manos que alegran, con las que ponías tus discos o estaciones de radio, con las que le subías poquito al volumen y te ponías a bailar mientras hacías tus cosas. Manos que dejaban a la vista el disco que me gustaba poner los domingos para cantarte canciones en inglés. Aunque independientemente de la música, me da gusto escuchar que la primera palabra en la que pensamos todos para describirte es “alegre”.

Manos que acompañan desde que tengo memoria, que no nos soltaban cuando salíamos a pasear. Lejos o cerca, siempre has estado presente. Jamás voy a olvidar lo fuerte que fuiste para mí en El Día Más Doloroso, cómo me tomaste de las manos y me abrazaste y me dijiste que todo estaría bien. Espero que siempre pueda encontrar un poco de tu fortaleza en mí.

Manos que apapachan, que abrazan el alma. Siempre me recibías con abrazos y me llenabas de besos y labial. Tienes una forma mágica de hacerme sentir querida y especial, como si todo fuera a estar bien. Eres la raíz de esta familia llena de mujeres fuertes y valientes, estoy segura que todo eso lo sacamos de ti.

Soy tan afortunada de ser tu nieta, querida abuela, y te llevo siempre conmigo en palabras y acciones. Estas semanas he extrañado hasta las cositas más pequeñas. Voy a extrañar terminar cada llamada escuchándote decir “Yo no te quiero, te adoro”. Espero que sepas que yo también lo hago. Abraza a mi querido melómano por mí.

“…Heredo el pulso de tu corazón”.

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